Son las 4 de la mañana, no he dormido mucho y estoy nerviosa porque tengo que pillar un avión (no es que les tenga miedo o terror pero les tengo respeto). Desayuno sin enterarme muy bien de lo que me pongo a la boca. Me arreglo y me visto. Miro el reloj, ¡mierda!, ¡faltan 5 minutos! Hago una última revisión para ver si lo tengo todo, cojo la maleta que es más grande que yo, abro la puerta y me voy. He quedado con Sandra en el parque de al lado de mi casa. Nos lleva su padre en coche. Me hace una perdida para saber que ya han llegado (a esas horas da miedo salir a la calle, no hay ni un alma). Llegamos con tiempo de sobra al aeropuerto. Sacamos los billetes, esperamos un poco, embarcamos y nos subimos al avión. Los nervios aumentan. ¿Dónde está mi caramelo? Le doy la brasa a Sandra todo el trayecto preguntando por el dichoso caramelo. Al final no hay. Snif snif. Pisamos tierra catalana. Teníamos hambre y fuimos a una cafetería del aeropuerto. Después vamos a los baños a cambiarnos. Lleg